15 de enero de 2018

UNA VENTANA ABIERTA. “HEMOS ENCONTRADO AL MESIAS” CON LA HNA CARMEN PÉREZ STJ

Tengo ante mí el Evangelio de Juan 1, 35-42. Hemos encontrado al Mesías ¿Qué vieron en Jesús Andrés y Juan y luego Pedro, para decidir irse con Él? Nosotros cada uno de nosotros hemos de vivir de un encuentro así. 

Yo tengo que vivir mi encuentro con Jesús y dejar que Él me transforme, y para eso entregarle los miedos y temores. No me puedo hacer a mí mismo diferente, Jesús vino a darnos un corazón nuevo, un espíritu nuevo, una mente nueva y un cuerpo nuevo, esto es nuestra redención. Tengo que dejar transformarme por su amor, el amor es el que transforma y hace renacer, y recibir su afecto en todo mí ser.
Voy a empezar con un cuento, que me ha mandado un hermano mío. Me hace mucho bien y a muchos amigos a los que se lo he mandado les ha pasado lo mismo: Un hombre dormía en su cabaña cuando de repente una luz iluminó la habitación y apareció Dios. El Señor le dijo que tenía un trabajo para él y le enseñó una gran roca frente a la cabaña. Le explicó que debía empujar la piedra con todas sus fuerzas. El hombre hizo lo que el Señor le pidió, día tras día. Por muchos años, desde que salía el sol hasta el ocaso, el hombre empujaba la fría piedra con todas sus fuerzas... y esta no se movía. Todas las noches el hombre regresaba a su cabaña muy cansado y sintiendo que todos sus esfuerzos eran en vano. Como el hombre empezó a sentirse frustrado Satanás decidió entrar en el juego trayendo pensamientos a su mente: “has estado empujando esa roca por mucho tiempo, y no se ha movido”. Le dio al hombre la impresión de que la tarea que le había sido encomendada era imposible de realizar y que él era un fracasado. Estos pensamientos incrementaron su sentimiento de frustración y desilusión. Satanás le dijo: “por qué esforzarte todo el día en esta tarea imposible. Sólo haz un mínimo esfuerzo y será suficiente”. El hombre pensó en poner en práctica esto, pero antes decidió elevar una oración al Señor y confesarle sus sentimientos:"Señor, he trabajado duro por mucho tiempo, He empleado toda mi fuerza para conseguir lo que me pediste, pero aún así, no he podido mover la roca ni un milímetro. ¿Qué pasa? ¿Por qué he fracasado? ".

El Señor le respondió con el amor y la compasión de un padre a su hijo: “Querido hijo, cuando te pedí que me ayudaras y tú aceptaste, te dije que tu tarea era empujar la roca con todas tus fuerzas, y lo has hecho. Nunca dije que esperaba que la movieras. Tu tarea era empujar. Ahora, vienes a mí sin fuerzas a decirme que has fracasado, pero ¿en realidad fracasaste? En la adversidad has crecido mucho, y tus habilidades ahora son mayores que las que tuviste alguna vez. Cierto, no has movido la roca, pero tu misión era empujar para ejercitar tu fe y confianza en lo que te había propuesto. Eso lo has conseguido. Ahora, querido hijo, yo moveré la roca”.

Algunas veces, cuando escuchamos la palabra de Dios, cuando estamos ante la realidad, cuando sufrimos, tenemos dificultades y problemas, empleamos nuestros pensamientos, nuestras medidas, nos dejamos invadir por nuestros temores y desconfianzas. Cuando en realidad Dios sólo nos pide fe y confianza, certeza en su amor. Debemos ejercitar nuestra fe, que mueve montañas, pero conscientes de que es Dios quien al final logra moverlas. Cuando todo parezca ir mal... sólo ¡empujar¡ Cuando esté agotado por el trabajo... sólo ¡empujar¡ Cuando la gente no se comporte de la manera que me parece debería... sólo ¡empujar! Cuando tenga sufrimiento, dificultades… sólo ¡empujar! Cuando la gente simplemente no me comprenda... sólo ¡empujar¡ Cuando me sienta agotado y sin fuerzas... sólo ¡empujar¡ En los momentos difíciles pedir ayuda al Señor, entregarle mis miedos y pedirle que me ayude a seguir por el camino que me lleva a Él. “Bienaventurados los que crean sin haber visto”

No lamentarnos, sino dejar que Jesús nos transforme, como hizo con Juan, Andrés y Pedro. Él es fuerte en nuestra debilidad. Gloriarnos como S. Pablo en nuestras debilidades para que habite en nosotros el poder de Cristo. Nos basta su gracia, la fuerza se realiza en la debilidad, porque cuando somos débiles entonces somos fuertes. Jesús fue crucificado y vive por el poder de Dios, nosotros somos débiles con Él, pero viviremos con Él por el poder de Dios para con nosotros. No confiemos en nosotros mismos, sino en el amor de nuestro Padre Dios.

Algunos quizás conocen el libro “El regreso del hijo pródigo” de Nouwen, pues ha escrito un pequeño libro “La voz interior del amor” (Desde la angustia a la libertad) que es una verdadera llamada del amor de Dios a nuestro yo más profundo. En la introducción dice él mismo que lo escribió en el período más difícil de su vida, perdió la autoestima, las ganas de vivir, de trabajar, e incluso fue muy purificado en su esperanza y confianza en Dios. Se había enfrentado cara a cara con su propia nada. A pesar de su angustia, fue capaz durante ese tiempo de escribir su diario secreto. Después de varios años de haberlo mantenido oculto, decidió sacarlo a la luz para compartir su dolor y su sufrimiento con otras personas que pudieran estar recorriendo ese camino de crisis hasta llegar a la luz y a la libertad del amor de Dios. En una de estas exhortaciones, que son muy breves, nos dice: Deja que Jesús te transforme. Queremos encontrar a Jesús no sólo con la mente sino “en el cuerpo”. Cristo se hizo carne por nosotros para que pudiéramos encontrarle en la carne y recibir su amor en ella. Hay algo que nos impide el encuentro con Jesús, hay mucha vergüenza y mucho sentido de culpabilidad en nuestro cuerpo, bloqueando la presencia de Jesús. No nos sentimos realmente en casa con nosotros mismos porque estamos llenos de miedos. No nos abrimos a la gran riqueza de nuestro interior, a nuestra condición de hijos amados de Dios. ¿Cómo se ha acercado Dios a nosotros? ¿Cómo nos quiere hacer sentir quiénes somos? En Jesús, el Hijo de Dios, que vino a nosotros como un igual, un hermano.



Puedo encontrarme de manera muy concreta como Juan, Andrés y Pedro íntimamente con Jesús en la oración, en la Eucaristía en la que se nos entrega del todo y vivir con el entusiasmo de ellos.

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