28 de enero de 2014

Nuestra vida de comunidad, el día a día

Según nuestras Regla y constituciones “lo primero para lo que nos hemos congregado en comunidad es para vivir unánimes en Casa, teniendo una sola alma y un solo corazón en Dios. Y esta unidad alcanza su plenitud más allá de los límites del monasterio, en comunión con la Orden y con la Iglesia”.

La unanimidad de nuestra vida, enraizada en el amor de Dios, tiene que ser testimonio en conexión de lo que nuestros hermanos predican con la palabra.

Todo lo tenemos tan programado que es muy fácil seguir el ritmo cada día,- que no es monotonía,- cada jornada trae alguna ocasión de encuentro especial con el Señor.

Dividimos la jornada en tres partes. La liturgia, la oración y el trabajo. Desde las seis y media de la mañana que toca levantarse, para empezar el rezo de Laudes a las siete, santo rosario, oración y Santa Misa. A las nueve y cuarto el desayuno, y empezamos el trabajo cada monja tiene su oficio y cada día tiene que responder de lo que le toca. 

Al medio día se hace un alto en el trabajo, volvemos a ir al coro, rezamos sexta, la comida y otra cosa muy importante para la comunidad es el recreo, que es donde podemos compartir y hablar lo que a cada una se nos ocurra. 

Después nos retiramos a las celdas y tenemos una hora de descanso para reponer fuerzas y seguir la tarde. A las cuatro y media volvemos al coro, donde se reza el oficio de lectura, nona, lectura espiritual… y seguimos después con el ritmo de trabajo. A las siete volvemos al coro para el rezo de vísperas, oración y completas. A las nueve menos cuanto tenemos la cena y otra hora de recreo antes de retirarnos al descanso de la noche.

No estamos ociosas como se puede pensar aquí metidas, gracias a Dios nos ganamos el pan con el sudor de la frente. Y unimos los trabajos a la oración que cada día hacemos por nuestros hermanos los hombres.

                                                                       Sor Guadalupe Jiménez O.P

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